Deporte extremo
Ser candidato a un puesto de elección popular es como un deporte extremo.
La competencia política en México puede ser feroz y desafiante hasta decir basta. Los aspirantes y candidatos y candidatas deben enfrentarse a una intensa presión tanto de sus oponentes políticos como de la opinión pública. Hay tensión y adrenalina en la carrera política. Las campañas llegan a ser impredecibles y en la actualidad el proceso electoral esta marcado por la incertidumbre —nada como cuando antes el partidazo designaba candidatos gracias al dedo divino y eso significaba llegar al cargo con un poco de paciencia—.
Pero ahora, ser candidato a un puesto de elección popular es un riesgo de mayor envergadura.
No importa el partido político ni el estado de la república. Los candidatos y candidatas a los ayuntamientos, congresos locales, diputaciones federales, senadurías y hasta gubernaturas están en riesgo.
En un pasado no muy remoto las y los candidatos tenían como riesgo mayor alguna sonora mentada de madre. Y pasar de las palabras a los hechos si había mucho encono de por medio. Ahora, en medio del clima de confrontación y de violencia, además de los intereses políticos hay intereses criminales.
Es un secreto a voces que hay espacios geográficos en donde se requiere la bendición o autorización de los cabecillas criminales para hacer campaña y que hay lugares en donde quisieran imponer a sus incondicionales. No en balde, hay casos como el de Michoacán, donde 34 aspirantes dejaron de competir por miedo a la delincuencia.
Es en este marco que la organización Laboratorio Electoral tiene evidencias de 50 asesinatos relacionados con las elecciones del próximo 2 de junio. La cifra supera ya los 43 homicidios ocurridos durante los comicios del año 2018.
26 de los asesinatos correspondientes a este proceso electoral tuvieron como víctimas a aspirantes a un cargo de elección popular, mientras que el resto eran familiares, políticos o funcionarios.
Laboratorio Electoral señala que se han registrado 156 agresiones a personas relacionadas con las próximas elecciones, en las que hay nueve casos de secuestro, 22 atentados y 75 amenazas.
Y de los asesinatos, Morena tiene el mayor número de aspirantes muertos.
Ya sé, el fenómeno no es nuevo. Históricamente muchos candidatos han sido asesinados en el México contemporáneo.
El México bárbaro renace una y otra vez. Sólo hablando de casos mayores, en el último siglo fue asesinado el general Francisco Serrano en Huitzilac, Morelos, cuando acariciaba la idea de la presidencia de la república en 1927. Ahí está la misteriosa muerte de Manuel Clouthier en 1989, uno año después de las elecciones presidenciales. Y el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994.
Al igual que en los deportes extremos, ser candidato a un puesto de elección popular en México implica asumir riesgos calculados y estar dispuesto a enfrentar peligros. Ahora, hasta poner de por medio la vida.