POLÍTICA

Científicos intentan salvar corales de las islas Marietas afectados por calentamiento oceánico



La comunidad coralina de la islas Marietas —un par de ínsulas pequeñas del océano Pacífico Mexicano que son parque nacional desde 2005— ha sobrevivido al duro golpe del turismo desordenado detonado por la súbita fama internacional de su “playa del amor” —una oquedad de cantera y arena que se convirtió en postal ávidamente buscada por tomadores de selfies— y a dos episodios severos de altas temperaturas oceánicas.

El trabajo científico realizado en las islas Marietas de manera sostenida desde hace más de una década, no obstante, ha permitido encontrar individuos de corales que han mostrado resistencia a las altas temperaturas por lo que hay esperanzas de que esta comunidad coralina pueda recuperarse

Hoy, los corales del Parque Nacional Islas Marietas se reconstituyen lentamente, reducida su comunidad a la quinta parte de la extensión registrada hace treinta años.

Si bien en 2016 se logró detener el turismo desordenado con la aplicación eficaz del decreto que creó el área natural protegida, durante el segundo semestre de 2023, el fenómeno de El Niño derrumbó la recuperación que se había logrado. Las altas temperaturas provocadas por dicho evento climático sumado al calentamiento global, provocaron un severo episodio de blanqueamiento coralino.

El blanqueamiento ocurre cuando los corales se estresan —como respuesta al aumento de la temperatura del mar sumado a la contaminación y la acidificación del agua— y expulsan las diminutas algas que viven dentro de ellos y que les proveen de alimento y colorido. Cuando ello ocurre, el coral no solo pierde su color, sino que también muere.

Sin embargo, no todas son malas noticias, advierte Paola Rodríguez Troncoso, coordinadora del proyecto de rehabilitación de corales para el Pacífico centro de México dirigido por la Universidad de Guadalajara. 

La bióloga marina, quien también es investigadora de esa casa de estudios, sostiene que el trabajo sostenido desde hace más de una década ha permitido encontrar individuos de corales que han mostrado resistencia a las altas temperaturas. El hallazgo, asegura, podría ser parte de la solución al conflicto que acarrea la crisis climática para estas especies.

Éxitos y contratiempos en las restauración

En 1997, la biodiversidad de Las Marietas ya había sido seriamente impactada por un evento El Niño. A partir de entonces, nació el programa de monitoreo biológico de la Universidad de Guadalajara (UdeG). Los ecosistemas resistieron el calentamiento, pero luego aumentó la huella turística. En Las Marietas — conformada por las islas Larga y Redonda más un grupo de islotes, el punto crítico de la visitación desordenada fue en 2016, asegura el investigador de la UdeG, Amílcar Cupul Magaña.

Según el académico, por esos años el gobierno del estado de Nayarit, al que pertenecen las islas, promovió toda la región y una de las anclas visuales fue la llamada “playa del amor”, en la Isla Redonda: una cueva horadada en un acantilado tanto a nivel del suelo como del techo, lo que ofrece un marco inusual e irresistible: más de mil personas al día viajaban para tomarse fotos en ese lugar que se vendía como uno de los destinos “que tienes que conocer antes de morir”.

“La escala no tiene comparación; si ahora van de 14 mil a 20 mil personas al año, entonces eran al menos 150 mil, hasta 200 mil; simplemente para tomarse fotos, un turismo frívolo, de selfies”, destaca el investigador Cupul Magaña. Hoy, los días más cargados son 150 personas, pero lo normal hace ocho años era rebasar las mil visitas diarias, asegura.

Para ese entonces, sin embargo, Las Marietas ya habían sido declaradas área natural protegida. La investigación sobre su riqueza biológica y su fragilidad comenzó en los años 90 y el gobierno mexicano decretó el Parque Nacional en 2005. Son 53.46 kilómetros cuadrados de superficie total y 1383.01 hectáreas de superficie emergida, explica el científico.

Sin embargo, el programa de manejo llegó tarde; recién en el año 2011, así como el programa de capacidad de carga para visitantes.

Según Cupul Magaña, en el año 1995 la cobertura de coral en Las Marietas alcanzaba un 25 por ciento de la superficie apta en torno a las islas, pero en 2016 ésta sólo cubría un 10 por ciento.

“El impacto fue tan fuerte que la Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas), responsable del parque, tomó cartas en el asunto y cerró temporalmente el sitio en abril de 2016”. A partir de entonces, comenzó un programa de restauración intensivo. “Habíamos empezado experimentos de restauración desde el año 2011. Vimos que a los cuatro meses el coral se fija al sustrato. Ese dato lo tomamos como base”, cuenta Cupul Magaña.

La reapertura no demoró muchos meses, pero las nuevas reglas cambiaron todo. Se redujo la visitación turística en casi un 90 por ciento, se plantearon exigencias sobre el uso de bloqueadores solares, el manejo de residuos y el acercamiento a animales silvestres. Además, se respetó la zonificación del área protegida y en ciertos espacios de las islas quedó prohibido el acceso a los visitantes por su alta fragilidad o porque contienen proyectos de investigación. Para Isaí Pelayo, ex presidente de Bahía Unida, una asociación conformada por los 174 concesionarios del uso de las islas de propiedad federal, fue fundamental la buena respuesta de los prestadores de servicios turísticos, que aceptaron acotar el número de visitantes para “no matar a la gallina de los huevos de oro”.

Los científicos sembraron alrededor de 4000 mil fragmentos de coral y una muestra fue monitoreada. “Nos arrojó una supervivencia del 85 por ciento de ellos y un crecimiento de 4.5 a 5 centímetros al año”, relata Cupul Magaña.

Hasta 2023 fue un éxito rotundo, incluso considerando los daños que dejó el huracán Roslyn de octubre de 2022. La cobertura de las zonas colonizables por coral rebasó los datos de 1995 y llegó a un 28 por ciento.

Cabe precisar que en esta región, y en general en todo el Pacífico oriental, no existen grandes barreras coralinas o arrecifes, por lo que los corales ocupan históricamente un máximo de 33 a 35 por ciento de los espacios aptos, precisa Rodríguez Troncoso, la coordinadora del proyecto de rehabilitación.

Pero en 2023, la llegada de El Niño fue más fuerte que cualquiera de los del pasado, con temperaturas de hasta tres grados por encima de la media histórica, “cuando a lo mucho la anomalía era de 1.5 grados en eventos anteriores”, dice la investigadora.

Nuevas estrategias para enfrentar el cambio

El Niño corresponde a la fase cálida de un fenómeno climático natural conocido como El Niño-Oscilación del Sur. Sin embargo, en 2023 las temperaturas medias mundiales de la superficie del mar alcanzaron máximos históricos. Hacia finales de ese año, más del 90 % de los océanos en el mundo había experimentado olas de calor, lo que dañó ecosistemas y sistemas de alimentación vitales, sostuvo la Organización Metereológica Mundial (OMM).

Esto, aseguran los expertos, se debió a la combinación de El Niño más el calentamiento global producido por las altas concentraciones de gases de efecto invernadero que en 2022 alcanzaron niveles sin precedentes, confirmó la OMM.

El blanqueamiento de corales de 2023 “fue brutal en todo el Pacífico tropical oriental, desde La Paz en Baja California, hasta las costas de Colombia. Por citar un dato, Huatulco, en Oaxaca, perdió 100 por ciento en algunas localidades”, asegura Rodríguez Troncoso. “En el Pacífico central mexicano, con Las Marietas e isla Isabel al norte, y Cuastecomate al sur, prácticamente se blanqueó todo lo existente entre dos y 20 metros de profundidad, con impactos más fuertes entre los dos y seis metros”, detalla Cupul Magaña.

Un coral está formado esencialmente por un animal, microalgas y microorganismos como bacterias y hongos. Cuando se produce el blanqueamiento, los corales expulsan las coloridas algas que viven en sus tejidos, dejando al descubierto el esqueleto blanco que hay debajo, de ahí el término blanqueamiento. Cuando eso pasa, los corales son más vulnerables a las enfermedades, pero sobre todo se quedan sin su principal fuente de alimentación por lo que mueren de hambre, explica la Guía de blanqueamiento de coral de la Coral Reef Alliance.

En noviembre de 2023, cuando las altas temperaturas dieron tregua, los investigadores pudieron evaluar el daño. ”Topamos con la triste realidad”, dice Cupul Magaña. En Las Marietas quedamos con 4.3 por ciento de la superficie con corales, menos de la quinta parte de lo registrado en 1995”.

No obstante, que los eventos de El Niño son cada vez más severos es algo ya sabido por los científicos. Por lo mismo, los investigadores habían hecho experimentos para responder ante una eventualidad de este tipo. “Experimentamos creando con un refugio profundo, por debajo de los 25 metros”, precisa Rodríguez Troncoso. El objetivo de este refugio fue sembrar corales más alejados de la luz y amortiguar el efecto del aumento de la temperatura que se da sobre todo a nivel de la superficie y los primeros metros. “Esos ejemplares tuvieron buena sobrevivencia”, asegura. “Ahora los subimos a 10 metros y nos ayudarán a restaurar áreas dañadas”, agrega.

Además, el hecho de que los sitios de mayor cobertura coralina asociados a la isla Larga ya no se visitan, hace posible activar una rehabilitación sin contratiempos.

Los impactos de El Niño “no implican que debamos parar el programa de restauración, sino que busquemos nuevas estrategias ante la evidencia de cómo está cambiando el clima y a la velocidad que lo hace”, dice la científica. De hecho, junto con los refugios profundos, Rodríguez Troncoso asegura que se dará inicio a un programa de viverismo y otras técnicas para acoplarse a las nuevas condiciones climáticas.

Por otra parte, hay material genético. Los corales que sobreviven “tienen la información, tienen los genes que se han ido aclimatando y pueden basar poblaciones futuras adaptadas a un clima cada vez más cálido. Es un paso hacia atrás, pero también debe ser un paso adelante”, asegura la especialista.

Corales más resistentes

Con la modificación del clima, las comunidades coralinas variarán estructuralmente para sobrevivir, asegura Rodríguez Troncoso, por lo que “debemos tener la capacidad de discernir los que se está aclimatando a estas condiciones y darles una ayuda”

Para ello, el equipo de trabajo de restauración de corales en el Pacífico central de México busca corales con genotipos más resistentes y hasta ahora han tenido éxito. “Hemos encontrado no solo el animal per se”, asegura la experta, “sino los elementos que permiten que los corales formen su esqueleto de carbonato de calcio y las estructuras tridimensionales”.

“Ya conocemos la identidad de los simbiontes (las microalgas) más resistentes. Sabemos cuáles son los morfotipos (las características físicas y genéticas) que están asociados a estas microalgas y se ha trabajado con las bacterias”, agrega la experta. Ahora, el siguiente paso, es estudiar el papel que tienen los hongos en los corales.

En la zona de Las Marietas se distribuyen cuatro géneros de corales: Pocillopora, Pavona, Porites y Psamocora, con diferencias morfológicas entre ellos. Están los ramificados, los masivos, los costrosos, etcétera. Sin embargo, “nosotros enfocamos para la restauración a los ramificados”, dice Rodríguez Tronocoso. Específicamente las especies capitata, damicornis, verrucosa y eydouxi que pertenecen al género Pocillopora. “Estos ramificados parecen coliflores y generan esas estructuras tridimensionales que tienen mucho espacio adentro (…) los corales ramificados están resultando más resistentes que los corales masivos, y eso está muy asociado al simbionte, es decir, a la microalga”, agrega la coordinadora del proyecto. Por esta razón, hay interés por parte de los científicos de convertir a esas especies en el eje de las restauraciones.

Lo ideal de un programa de restauración es emular condiciones naturales, explica la experta. Por eso han determinado poner viveros en el mismo lecho marino. 

“Buscamos no fragmentar colonias adultas, por eso están los viveros sembrados con fragmentos. Crecen allí más rápido porque no tienen competencia, se les deja de seis a ocho meses, y luego los llevamos al sustrato natural”. En el próximo mes de mayo se comenzará la siembra de los trozos rescatados. Serán seis viveros, con 70 fragmentos cada uno que serán monitoreados.

Además, el trabajo del grupo incluye otras zonas del Pacífico, como Chamela, Tenacatita y Cuastecomates. Allí se ubicarán otros seis viveros y, al igual que en Las Marietas, los científicos buscarán que las comunidades, especialmente prestadores de servicios turísticos y pescadores, se integren al proceso para garantizar restauraciones en el largo plazo.

No obstante, Cupul Magaña señala con preocupación que la temperatura global del océano no ha bajado en 2024. Actualmente, en las zonas más templadas, la temperatura del agua es 0.7 grados por encima del promedio, asegura el académico. “Es un panorama no muy halagüeño. Lo que pensábamos era el futuro ya está aquí: eventos frecuentes de blanqueamiento por el cambio climático, pues la concentración de bióxido de carbono (CO2) no ha bajado”.

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