La Junta de Caminos del Estado de México sigue sin comprender que el valle de Toluca ya no es la provincia de antaño.
Tal vez quienes toman las decisiones piensen que se trata de un pueblote. Y no. Se trata de la quinta zona metropolitana del país. Por lo tanto, se merece que las obras y acciones en el espacio público se realicen a partir de la consideración de que se mueven cientos de miles de vehículos al día, según el dato oficial más reciente.
Cualquier obra en cualquier vialidad principal tienen un impacto significativo en la movilidad de las personas, casi en cualquier hora.
La Junta de Caminos no parece saberlo. Esta semana, por ejemplo, cerraron el Paseo Tollocan para reparar un puente peatonal que algún accidente dañó de manera grave en la zona cercana al Centro Médico del Issemym. La vialidad permaneció cerrada mientras se realizaron los trabajos y se acumularon filas de autos por varios kilómetros.
Las administraciones modernas en zonas urbanas, conscientes de la importancia de una vialidad como Paseo Tollocan, seguramente habrían hecho estos trabajos de noche, cuando el impacto en la movilidad es muy pequeño.
Acá no. Se hacen las cosas a la antigüita. Como en la Toluca de hace 30 o 40 años o medio siglo.
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