El de Xóchitl Gálvez parece un esfuerzo en solitario.
Los partidos políticos de los que es candidata a la presidencia de la república se han empeñado, en más de una ocasión, en ponerle el pie. Como en la decisión de sus candidaturas plurinominales al Congreso de la Unión, en donde las señoras y señores que despachan en calidad de dirigentes se apuntaron en los primerísimos lugares de la lista —no vaya a ser la de malas— y así asegurar vivir otros tres o seis años de la ubre gubernamental.
La Gálvez comenzó esta semana una competencia tú a tú con el presidente de la república por la audiencia de las conferencia de prensa diarias. La del “preciso”, muy tempranito; la de la precandidata presidencial de esa entelequia bautizada como “Fuerza y Corazon por México”, no tan temprano.
Xóchitl Gálvez creció en términos de popularidad en un ambiente de confrontación con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y con sus “conferencias de la verdad” pretende revivir el antagonismo, plantear interrogantes con sus datos y seguramente busca obtener respuestas en “la mañanera”. El arriba firmante no podría apostar a que lo logrará, porque es evidente para cualquiera que se trata de buscar un vis a vis a la distancia… pero dada la forma impredecible de conducirse del presidente, es posible que alguna vez consiga su objetivo.
Mientras, la candidata de la oposición hace visible su distancia de los impresentables dirigentes de PAN, PRI y PRD, que ya se han puesto a salvo de lo que venga y que en el peor de los escenarios tienen asegurado el fuero —y la marmaja, ya dije— para ellos y para un grupo de burócratas de sus partidos, además de algunos pocos liderazgos.
La Gálvez está en busca de un ejercicio de comunicación, diálogo y cercanía, y la burocracia partidista lejana, distante, displicente, fría y hasta hostil. Tomando decisiones impopulares, que para el caso del Estado de México no se antoja que serán distintas, puesto que los tres partidos —PAN, PRI y PRD— quedaron debilitados después de la elección de 2023, sin interlocución social —salvo excepciones bien visibles y, por lo tanto, incómodas— y descompuestos.
Sí, claro, cualquiera sabe que tienen una militancia y presumen de una estructura que dan por hecho que los respalda sin condición, aunque ésta ha empezado a migrar a otros partidos de manera pública, además de actuar al margen de la verticalidad del tótem priista o panista. Además, parecen haber olvidado que las certezas se han ido difuminando y han pasado a un estado líquido y volátil.
La candidata opositora va tan sola en su carrera, que con sus conferencias ya se aventó el boleto de eludir las reglas del periodo de intercampañas en el que se supone que debería estar callada, guardada y cero presencia pública. Pero sin ayuda, no parece tener alterativa que saltarse las trancas.
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