SEGURIDAD

Fototas grandotas



En los últimos días en el área metropolitana de Toluca nos hemos visto inundados de los retratos de políticos que andan en pos de un encargo público. Eso lo adivina uno, porque ellos se cuida mucho de señalar sus verdaderos intereses. Ahi están los que quieren ser alcaldes, los que quieren ser legisladores, los que buscan repetir en el “hueso” y los que aspiran a mantenerse en la vida pública en lo que sea la voluntad de Dios.

Y están gastando una lana, porque cada anuncio que anda circulando detrás de un autobús o que se exhibe en un anuncio espectacular paga una renta, que por mes debe estar en una cifra que ronda los 10 mil pesos.

No voy a decir que se trata de una cantidad que no ven junta en un mes algunas familias, porque no es necesario. Pero todos nos hacemos a la idea de que hay una buena cantidad de pesos de por medio.

A nadie debería sorprenderle el comportamiento de nuestros políticos. Todos sabemos cómo son: llegados los tiempos de buscar la preferencia popular son todo arrumacos, empatía, consideración, cordialidad y cariño. Prometen las perlas de la virgen. Y una vez en el encargo, se trastornan. Desconocen hasta a los de casa. Ya sabes: se vuelven distantes, autoritarios o despóticos. O todo junto. Se pelean con los antiguos amigos, incurren en los actos que prometieron combatir y se agarran del chongo hasta con la esposa. Son víctimas de algún síndrome que no está completamente estudiado por los neurocientíficos.

Con las honrosas excepciones que confirman la regla, hay narcisismo, megalomanía, síndrome de Hubris y seguramente hasta ejemplos del trastorno límite de la personalidad.

Esos comportamientos se esconden en temporadas de campaña, pues los políticos se muestran entonces con esa capacidad de convertirse en cualquier cosa en cualquier momento, adoptar cualquier postura, si eso sirve para ganar elecciones.

Ahora mismo, con los anuncios que desde hace varias semanas tenemos a la vista por todos lados, con retratos y frases lindas de políticos de todos los colores y sabores, es visible esa capacidad de fingir que han sido buenos y bonitos, a pesar de que en la memoria colectiva haya muy poco que recordar de sus acciones en pro de la sociedad.

Tan visible es que sólo les interesa llevar agua a su molino, que los cientos de miles de pesos que han gastado en rentar anuncios de promoción personal, no fueron a parar a alguna obra o servicio en pro de la comunidad. Desde luego, nadie les quita su derecho de promoverse con recursos que seguramente proceden de los emolumentos que han obtenido en sus encargos públicos, pero como dicen en mi pueblo: “lo que se ve, no se juzga”.

O peor aún: como escribió el político y neurólogo inglés, David Llewellyn Owen: “El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes”. Y comienzan los otros datos, lo de que si no estas conmigo estás contra mí, los oídos sordos y las excentricidades. Como creer que una fotota grandota sustituye a la realidad.

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